Juan Sokolich (1932-2010). Sacerdote dominico, director de Radio Santa Rosa desde 1982 y, tal como se aprecia en esta imagen, fanático del Club Universitario de Deportes. |
Juan Sokolich llegó de Huánuco a Lima muy pequeño, aún sin
terminar de dar sus primeros pasos, todavía sin saber hablar. Pero fue en la
capital, donde, con el paso del tiempo acentuó sus tres pasiones: la religión,
el periodismo y su fanatismo por el fútbol y por Universitario de Deportes.
Asistió al Oratorio Don Bosco del Rímac y cursó estudios
secundarios en el Colegio Apostólico. En la década de 1950 viajó al Cusco para
iniciar el noviciado y estudiar Teología y Filosofía. En paralelo, ya admiraba
a Lolo Fernández y se hacía amigo, después del “Gringo” Terry. Incluso alguna
vez hasta se animó a narrar y comentar partidos de fútbol en la emisora que
inauguró en 1958 y de la que fue incansable director desde 1982, Radio Santa
Rosa.
Para él, hijo de un croata enamorado del Perú y de una
robusta huanuqueña, ser de la U era un motivo de orgullo. Un emblema grabado en
el corazón. Un logotipo espiritual que no debía ni quería esconder. Por eso su
habitación en el Convento de Santo Domingo, en las entrañas mismas de Lima, fue
un verdadero santuario crema. Todo era gobernado por este color. El cubrecama,
la ropa de dormir…Y el escritorio parecía sacado de la Trinchera Norte:
imágenes de equipos históricos, afiches, banderines y hasta dos pequeños bustos
del Papa Juan Pablo II vestido con un hábito de Universitario de Deportes.
“Soy un dominico porque el hábito también es merengue. Es
falso que Universitario tenga un origen aristocrático, eso lo dicen por su
fundación en las aulas universitarias de San Marcos, pero siendo un niño muy
pobre me hice crema, y así como yo muchos, porque veíamos que venía cualquier
equipo con sus estrellas pero de aquí se marchaban derrotados. Ser de la U era
asumir un estilo de vida, de lucha, que nos contagió a los jóvenes que llegamos
a la capital precisamente a eso: a luchar para salir adelante ante las
adversidades”, dijo alguna vez, confesando sin tapujos su fanatismo por el club
que antes se conocía como el de la calle Odriozola. Seguro recordaba el 5-3 sobre
Racing de Argentina, con cinco goles del cañonero Lolo Fernández, ese
legendario testamento de lealtad que se retiró, precisamente, un 30 de agosto
de 1953, día de Santa Rosa de Lima, anotando tres goles en la valla de alianza
lima. Sokolich habló sobre el tema con el goleador, lo reivindicó siempre como
el santoral de los esfuerzos deportivos. Incluso le dio las gracias por
rechazar el famoso cheque en blanco que hubiera llevado al cañetano al
extranjero a disfrutar los privilegios de un crack internacional, pero significaba
hipotecar su promesa de no cambiar nunca de camiseta. Porque Lolo se sacó solo
la chompa crema para ponerse la camiseta de la selección.
Pero llegó a más. En otro momento le dio una entrevista a
una agencia de noticias y la noticia rebasó nuestras fronteras: “Cura afirma
que San Martín de Porras, el santo negro, es de la U”. “Me decían que los
hinchas del alianza lo tenían como patrón y, está bien, todo católico tiene
derecho a escogerlo, pero no es exclusivo de un equipo de fútbol y si así fuera,
tendríamos que decir que San Martín de Porras escogió el hábito crema, que es
el hábito que llevan los dominicos. Entonces es más crema que aliancista; no me
queda duda”, explicó aquella vez con la misma convicción con la que saltaba en
las gradas del Lolo Fernández o en las del Estadio Nacional para gritar un gol
y reclamar por un cobro del árbitro que considerara injusto. Seguramente con
similar entusiasmo que en aquel domingo 29 de diciembre de 1974, cuando se
metió a la cancha de Matute para correr alborozado y dar la vuelta olímpica con
el equipo después de lograr el título en ese cuadrangular internacional que se
organizó para inaugurar el estadio blanquiazul.
Confió a sus más allegados que una vez ofició una ceremonia
de matrimonio vistiendo una camiseta de Universitario debajo de su hábito
porque justo, mientras la pareja se juraba amor y fidelidad ante Dios, a esa
hora se jugaba un clásico decisivo.
Sokolich, muy de madrugada como para no importunar a nadie,
falleció el 1° de noviembre del 2010 a los 78 años dejando un recuerdo vivo en
todos los que compartieron con él por su bonhomía, su paciencia, su serenidad
para aconsejar y aplacar, casi como un bombero espiritual, a esas almas que
llegaban a él incendiadas por el fuego del odio, a esos corazones calcinados
por el desprecio familiar o por la indiferencia de un amor cada vez más
distante y cruel.
En secreto de confesión, lo buscaban. La gente hacía fila.
Después todos se iban más tranquilos. Regocijados por su voz firme sin dejar de
ser cordial, por su lectura positiva de la vida, recibían con agrado la
explicación de que no deberían sentirse solos porque Dios estaba con ellos
siempre a tiempo completo, sin horarios de oficina ni feriados.
Pero alguna vez, en una fría tarde de agosto de la década de
1990, un primo de Freddy Ravello, ese puntero izquierdo aliancista que fue el
máximo anotador de 1977 exhibiendo como principal virtud ser infalible en los
remates desde los doce pasos y al que los cremas tenían casi en condición de
enemigo público, lo fue a buscar al convento. El padrecito preguntó si el joven
era familiar de “ese que juega solo para meter penales” y la respuesta fue
afirmativa. Sokolich ordenó entonces que lo atendiera el padre Andrés.
Y es que no había forma. Este curita era de la U.
Qué gran emoción se siente al leer dicho artículo. Grande Juanito!
ResponderEliminarExcelente artículo !!! Felicitaciones
ResponderEliminarLo voy leyendo unas 5 veces. Lo tengo en mis marcadores.
ResponderEliminarBuen artículo. Genial!
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