lunes, 28 de agosto de 2017

CARLOS GANOZA: EL PEZ VOLADOR



Porteño como tantos otros cracks que tienen su nombre y su figura grabados en el corazón de la multitud futbolera, CARLOS GANOZA es el tipo de deportista tesonero, luchador, de fe inquebrantable. De aquellos deportistas que no conocen las derrotas en manos de la fatalidad, de la ingratitud, de la intriga, de los intereses mezquinos, porque a todo esto se sobreponen con la fuerza de su voluntad y los recursos de su entendimiento sensato; sólo reconocen las limpias derrotas que puede inflingirles, la habilidad reconocida del adversario, su destreza, su capacidad para definir las situaciones a su favor sin apelar a tramas sutiles ni perseguir arteros despropósitos.

Su carrera deportiva, que ocupa la mitad de sus 29 años, la inició en 1933 en el club chalaco de Don Gualberto Lizárraga: el K.D.T. Sporting Club. Muy asupiciosos fueron los comienzos y poco tiempo lo dejaron estar en el "almácigo" porteño. Primero el White Star y luego el Atlético Chalaco le encomendaron la custodia de sus vallas. Y aquí, tras estos éxitos incipientes, el novel guardapiolas empezó a gustar también de las primeras amarguras, de las primera decepciones, que habían de servirle para templar su espíritu y habituarlo a la continua lucha.

Carlos Ganoza, en el año 1936, defendiendo el arco del White Star ante Deportivo Municipal durante un encuentro de la Primera División de la Liga de Lima y Callao (Segunda División).

El Chalaco no se conformó con las actuaciones de su joven arquero y lo declaró cesante. Ningún club de primera lo tuvo entonces en consideración y Carlos Ganoza buscó nuevamente el acogedor refugio del White Star, donde prosiguió con el empeño y optimismo sus actividades. El premio a su constancia y a su tesonero esfuerzo lo tuvo dos años más tarde cuando el Deportivo Municipal lo inscribió en sus filas entre los jugadores de reserva. El "Pez Volador" era ya dueño de una destacada personalidad futbolística. Pasó al team superior "millonario" y allí permaneció hasta 1941. Fueron los mejores años de su vida deportiva. El mismo, al evocarlos siente que lo invade una sensación de alegría. ¡Qué comprensión! ¡Qué compañerismo! ¡Qué amigable ambiente el que reinaba en aquel Municipal!

Fue cuando Ganoza se hizo crack. Sus naturales disposiciones lograron entonces el toque acabado de los conocimientos, de la experiencia, de una completa maduración. En nuestra tierra, cuna de arqueros excepcionales, florecía uno más.

No es de físico imponente, pero le basta para dominar la extensión del arco, con el apoyo de su gran agilidad, su colocación cabal, su excelente vista y su asombrosa serenidad que lo ayuda al rápido análisis de las circunstancias y a adoptar la actitud más recomendable, según ellas se presenten.

Cientos de veces el "Pez Volador" inflamó el ánimo de los aficionados con la espectacularidad de sus atajadas, con la precisión y agilidad de sus estiradas que le valieron el aludido mote. En un puesto tan difícil como el de arquero, en el que cualquier falla es decisiva para el triunfo del equipo como para el éxito del jugador, Carlos Ganoza supo afianzarse y conquistar un sitio de privilegio, a despecho de muchas tardes infelices, de muchas actuaciones desacordes con sus méritos, cada día más reconocidos. Hacia 1941, en la plenitud de sus días consagratorios, el guardavalla chalaco llegó a las filas de Universitario de Deportes. Por espacio de cinco años estuvo fiel a la divisa "crema". Y su propósito era continuar en la prestigiosa institución limeña si fuera posible hasta el ocaso de su vida deportiva.

"El Pez Volador" fue el arquero titular del equipo crema que se coronó campeón peruano de 1941.

Pero surgió lo amargo: porque en la vida de los hombres menudean los momentos álgidos, en que la hiel y el acíbar de la existencia de todos ellos parece que se condensase en la de uno solo para hacerlo entrever con la cruda e inexorable realidad del axioma, aquello de que "la vida es únicamente un valle de dolores". Ganoza fue víctima de la ingratitud de algunos dirigentes de Universitario, que no supieron aquilitar sus méritos, engañados por ciertas actuaciones irregulares del crack y tal vez si por temores fundados en el ascendiente, en la jerarquía que el chalaco se había granjeado entre sus colegas de la "no amateur" y que, según torcidos criterios, podría aprovecharse de la prerrogativa para atacarlos y reclamar antojadizas reivindicaciones para el jugador peruano pseudoprofesional. Sabido es que la Asociación Sindical de Jugadores No Amateurs es una entidad primordialmente mutualista y Carlos Ganoza, desde su cargo de Secretario General de la Asociación tenía el propósito de único de trabajar  para que tanto jugadores como dirigentes tuvieran obligaciones y derechos equitativos, y no cargar con todas las obligaciones a los primeros y dar todos los derechos a los segundos, como desgraciadamente se venía haciendo. A raíz de su enojoso conflicto con Universitario, Ganoza se retiró del club.

Fue el momento más amargo de su vida, lo confiesa. La pena, la incertidumbre sin embargo no le abrumaron y sobreponiéndose a todo y desechando los primeros pensamientos de retirarse del deporte, resolvió proseguir en él, perseverar en la lucha como un valiente. No importa que no logre más triunfos. Pero no caería sin haber agotado la última gota de sus energías.


Centro Iqueño le abrió sus puertas. Y él, que por sus recursos, por su capacidad y su reconocida clase mereció ser incluído en el Seleccionado Nacional que participó en el Sudamericano de Montevideo de 1942, y mereció que se le considerara como uno de los mejores guardametas peruanos desde los tiempos de Segalá y Pardón, tenía que rendir mientras su juventud le proporcionase agilidad y fuerzas. Estaba en pleno camino de rehabilitación cuando surgió un nuevo obstáculo. Un accidente en que se fracturó la clavícula. ¿Sería el final? No. Todavía hay en Ganoza vitalidad y clase para rato. Completamente restablecido reapareció hace poco en el arco del Ciclista. Seguro, aplomado, en circunstancias espectacular, pero sobre todo ágil y con perfecta colocación, Carlos Ganoza, el aplaudido "Pez Volador", nos está evidenciando que cuando hay voluntad y capacidad para el sacrificio, se puede sufrir mil contrariedades y mil veces se volverá a tentar el éxito. Sus actuales desempeños tienen que darle much satisfacción, y no sólo a él: a los numerosos hinchas del "Decano" y a todos los aficionados. Es el mejor premio que puede brindarle el deporte a quien por más de catorce años y venciendo toda clase de dificultades, perseveró en sus filas.


Por ETINO
Revista SPORT (03 de Agosto de 1947).


NOTA DE REDACCIÓN: Si bien tuvo un rendimiento más que interesante en sus inicios a finales de la década del 30, el "Pez Volador" tuvo sus mejores años en el fútbol peruano con la casaquilla de Universitario. En el club crema logró dos títulos (1941 y 1945), en ambos con una gran participación. En el primero de ellos como titular indiscutible, y en el segundo alternando en el arco con Mario Sacco. En 1953 fue uno de los 35 heridos de gravedad en el trágico accidente automovilístico del club Juan Aurich de Chiclayo. Poco tiempo después de ese accidente se retiró de la actividad futbolística. Perteneció a esa notable generación de guardametas de la era denominada "Perú, tierra de arqueros".


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